jueves, 24 de enero de 2013

La teoría del bambú y la zanahoria enterrada

Dicen varias teorías que a lo largo de los años y de nuestro aprendizaje vamos acumulando energía y que por muy mal que vayan las cosas todo ese esfuerzo se va quedando en nosotros. 
Yo creo que no hay que verlo desde un punto de vista de aumentar la riqueza, ni de explotación de los recursos que hay a nuestro alrededor, de aumento de dinero, de conseguir la fama, de triunfo o de alcanzar cosas materiales. 
Sería más interesante pensar que se trata de un gran tesoro interior que vamos arando, cosechando, regando, exponiendo al sol y al aire, madurando. Quitando las malas hierbas que son los pensamientos negativos e intentando no intoxicar nuestro campo que es la mente con productos nocivos, y evitar crecer de forma desmesurada en poco tiempo. 
Cultivar la paciencia cuando llueve, hace frío y el cielo está negro hasta en las montañas más lejanas... 
Fomentar la ayuda a los que lo necesitan cuando no tenemos qué meternos en la boca.
Si esto lo hacemos en los momentos de falta de recursos, y crecemos interiormente, cuando vengan momentos de abundancia sabremos administrar las hortalizas, el arroz, la sal... 
Mi abuela Bárbara siempre ahorró un duro de cada 4 pesetas que tenía... Era maestra de escuela y no pudo ejercer durante muchos años. Cuando recibió su paga como maestra jubilada tras varias décadas viviendo prácticamente del aire ahorraba durante todo el año para ayudar a sus hijos y nietos, siempre le sobraba para los demás. Yo nunca entendí que me obligara insistentemente a acabarme todo lo que había en el plato, ni su forma espartana de comprar comida. La medición de raciones por personas hasta el límite de calcular si alguien tomaba un huevo relleno, otro dos u otro sobrino 3. 
Ahora entiendo que todo esto era porque mi abuela había vivido la posguerra, había pasado hambre, había visto la penuria y sabía que la riqueza y la abundancia es algo pasajero y que como decía la señora Consuelo: "El que guarda cuando tiene come cuando quiere". Ellas vivieron la fábula de Esopo de la cigarra y la hormiga en sus carnes, Consuelo en una "cova" enterrada en la roca en Paterna, y mi abuela a caballo entre Teruel y el Cabanyal... Toda esta sabiduría popular se fue perdiendo y ahora miramos la tierra y la vemos yerma... 
Y es que no tenemos la sabiduría suficiente para ver que debajo de esa tierra helada y agrietada por el sol hay unas grandes raices de bambú o una zanahoria que está creciendo pacientemente...
texto y dibujo: Joaquim Labiós De Vriese© 

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